Los gobiernos
denominados progresistas continúan también aplicando políticas neoliberales, ya
que están determinados por las imposiciones del mercado mundial de mercancías y
capitales y por los precios marcados desde el exterior.
Los
mercados producen que los estados corran el peligro de volverse cada vez más
dependientes del exterior, provocando su debilidad interna destruyendo su
economía interna y provocando conflictos sociales.
Este
estado sólo es posible de cambiar a través de un fuerte proceso de
transformación de las relaciones sociales y de las relaciones de poder con
solidez en sus bases para que perdure en el tiempo.
A la
vez, mientras este proceso no se produzca, esta dependencia del capital
financiero internacional y de las normas que lo rigen actualmente, se pueden
paliar a través de políticas de reforma que reduzcan la dependencia de empresas
claves en el territorio nacional, para que se creen las condiciones de una
reestructuración según los intereses nacionales.
Pero
para encarar este tipo de políticas hace falta que los gobiernos denominados
progresistas contengan un plan claro de cómo avanzar en este sentido y el valor
para hacerlo, en lugar de ampararse en excusas para no llevar a cabo aquello
que les define, sencillamente llevando a cabo nuevos enfoques que también
pueden traer más, y sobre todo, mejores beneficios (calidad y no sólo cantidad).
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